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DECLARACIÓN DE FE

O.M.I. sostiene ciertas verdades teológicas y doctrinas que guían, edifican y apoyan nuestra visión para Hacer Discípulos de todas las Naciones

LAS ESCRITURAS

Aceptamos la Biblia, incluyendo los 39 libros del Antiguo Testamento y los 27 libros del Nuevo, como la Palabra de Dios escrita. La Biblia es un récord esencial e infalible de Dios para revelarse a la humanidad. Ella nos lleva a la salvación a través de la fe en Jesucristo. Las Escrituras, dadas por Dios, son completa y verbalmente inspiradas por Dios y son, por tanto, inequívocas. Las Escrituras son:  autoritativas, inspiradas, inherentes, relevantes y universales de toda la vida, práctica y doctrina cristiana. Ellas son totalmente suficientes y no se les debe añadir o quitar, ni cambiar nada por una tradición posterior, revelación extra bíblica o sabiduría humana. (Salmo 19.7-11; 2 Timoteo 3.16-17; 2 Pedro 1.20-21)

LA TRINIDAD DE DIOS

Hay un Dios: infinito, eterno, poderoso y perfecto en santidad, verdad y amor. En la unidad de Dios hay tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, los cuales son coexistentes, coiguales, y coeternos. El Padre no es el Hijo. El Hijo no es el Espíritu Santo y este no es el Padre. Aun así, cada uno es deidad. Un Dios Padre, un Hijo y el Espíritu Santo, es la base de la fe y de la vida cristiana. Cada formulación doctrinal, ya sea de credo, confesión o teología debe ser comprobada por “todo el consejo de Dios en las Sagradas Escrituras”. (Deuteronomio 6.4; Isaías 45.5-6; Isaías 46.9-10; Juan 17.3; 1 Corintios 8.4-6; 1 Timoteo 2.5; Génesis 1.20; Salmo 45.6-7; Mateo 3.13-17; 28.17-20)

DIOS EL PADRE

Dios el Padre es el creador del cielo y la tierra. Por su Palabra y por su gloria, Él libre y sobrenaturalmente creó el mundo de la nada (ex-nihlo). Por la misma Palabra, Él diariamente sostiene toda la creación, reina sobre todo y junto con el Hijo y el Espíritu Santo, es el único soberano. Su plan y su propósito no pueden ser cambiados, Él es fiel a cada promesa y ayuda en todo para el bien de aquellos que lo aman. En esta inconmensurable gracia, dio a su Hijo, Jesucristo, por la redención de la Humanidad. Él hizo todas las cosas para alabanza de su gloria y pretende que el hombre, en particular, viva en comunión con Él.

JESUCRISTO

Es el único Hijo de Dios engendrado, es la Palabra de Dios eterna, hecha carne, concebido sobrenaturalmente por el Espíritu Santo, nacido de la Virgen María. Es totalmente Dios pero también completamente humano. Por Él todas las cosas son y fueron creadas. El precedió a todas las cosas y en Él todas las cosas subsisten por la palabra de su poder. Él es perfecto en naturaleza, enseñanza y obediencia y es el único salvador para el pecado del mundo, quien derramó su sangre y murió vicariamente en la cruz. Por su muerte en lugar nuestro, reveló su amor y justicia divina, al quitar nuestra culpa y al reconciliarnos con Dios. Redimiéndonos del pecado se levantó de la tumba al tercer día, victorioso sobre la muerte y el poder de la oscuridad. Asimismo, ascendió al cielo, donde está a la derecha del Padre. Él intercede por su pueblo y reina como Señor sobre todo y estamos esperando su retorno. Él es la cabeza de su cuerpo, la Iglesia, y debe ser adorado, amado, servido y obedecido por todos. (Mateo 1.20; Lucas 2.52; Juan 1.1-4, 14; Colosenses 1.15-20; Hebreos 1.1-3)

ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo, el Señor, el dador de vida, redarguye al mundo del pecado, justicia y juicio. Por medio de la proclamación del Evangelio, persuade a los hombres de arrepentirse de sus pecados y de confesar a Jesús como Señor. Por el mismo Espíritu, una persona es guiada a confiar en su misericordia divina. El Espíritu Santo une a creyentes en Jesucristo en fe, realiza el nuevo nacimiento y participa en la regeneración. El Espíritu Santo vio glorificar al Hijo quien, en su momento, vino a glorificar al Padre. El guiará a la Iglesia a un entendimiento y aplicación más rica de la verdad de la Palabra de Dios y debe ser respetado, honrado y alabado como Dios, la tercera persona de la Trinidad.

EL HOMBRE

Dios hizo al hombre, varón y hembra, a su propia imagen, como la corona de su creación, para que este lo glorificara por medio de su comunión con Él. Al ser tentado por Satanás, el hombre se rebeló contra Dios y se separó de su Hacedor, lo cual lo convirtió en objeto de la ira divina, total pero no absolutamente depravado, y separado de la obra especial de la gracia, y en su máxima extensión incapaz de retornar a Dios. Esta depravación es radical y dispersante. Se extiende a su mente, voluntad y sus sentimientos. El hombre no regenerado vive bajo el dominio del pecado y de Satanás. Él está en enemistad, hostilidad y odio con Dios, está caído, es un pecador. Cualquiera que sea su carácter y sus logros, está perdido y sin esperanza que solo puede encontrar en Cristo. (Génesis 2.15-17; 3.19; 6.5; Salmo 51.5; Jeremías 17.9; Romanos 3.23;5.8, 12-21; 6.23; Efesios 2.1-3; Santiago 1.14-15)

EL EVANGELIO

El Evangelio contiene las buenas noticias de la gracia de Dios que invade la oscuridad de este mundo. Es la gran narración de la creación, caída, redención y consumación ordenada por Dios y orquestada a través de la vida, muerte, resurrección, ascensión y la toma de posición de Jesucristo a la diestra de Dios. La crucifixión de Jesucristo es el punto medular del Evangelio y su muerte es un sacrificio propiciatorio en sustitución por nuestros pecados, el cual satisface las demandas de santa justicia de Dios y apacigua su santa ira. A la vez, también el sacrificio revela su gracia asombrosa. Jesús es el único mediador entre Dios y el hombre. No hay otro nombre por el cual el hombre pueda ser salvado. En el centro de cada teoría sana está la cruz de Jesucristo, el infinito privilegio que los pecadores redimidos tienen de glorificar a Dios gracias a lo que Jesús logró, por lo tanto, queremos que todo lo que ocurra en nuestros corazones, iglesias y ministerios procedan y se relacionen con el Evangelio. (Juan 1.29; 10.1-18; 14.3; Romanos 5.8; 1 Corintio 15.1-4; 2 Corintios 5.21; Gálatas 1.4; Hebreos 9.28; 1 Juan 3.2; Apocalipsis 1.7)

LA HERENCIA DEL HOMBRE A TRAVÉS DEL EVANGELIO

La Salvación, regalo gratis de Dios, fue provista por pura gracia, a través de la fe, y exclusiva y únicamente por Cristo y solo para la gloria de Dios. Cualquiera que se arrepienta de su pecado por medio del milagro de la regeneración y mire a Cristo y su muerte sustitutiva, recibe el regalo de la vida eterna y es declarado justo ante Dios como un regalo, gratis, la justicia de Dios le es contada y es justificado y aceptado por completo por Dios a través de Jesucristo. Al creyente se le perdona la deuda por el pecado y se le libera de la ley del pecado y de muerte y pasa a gozar de la libertad del Espíritu de Dios. (Juan 3.18; 14.6; Hechos 4.12; Romanos 3.21-26; 1 Timoteo 2.5-6)

SANTIFICACIÓN

El Espíritu Santo es el agente activo de nuestra santificación, el cual busca producir su fruto en nosotros, a través de la renovación de nuestra mente y del ser conformados a la imagen de Cristo. Aunque el pecado concebido sigue siendo una realidad, el Espíritu nos guía a crecer en el conocimiento del Señor, guardando libremente sus mandamientos para vivir en el mundo, con el fin de que toda la gente vea nuestras buenas obras y de glorificar a nuestro Padre en el Cielo. Todos los creyentes son exhortados a perseverar en la fe, sabiendo que van a tener que dar cuentas a Dios por cada pensamiento, palabra y obra. La disciplina espiritual, especialmente el estudio bíblico, la oración, la alabanza y la confesión, son demostraciones de la gracia de Dios.

EMPODERADOS POR EL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo empodera a los creyentes para testimonio y servicio cristiano.  La promesa del Padre está disponible para todos aquellos que creen en Jesucristo y los hace capaces de poner en práctica los dones, administraciones y oficios. Él soberanamente nos equipa para el ministerio y la misión. El Espíritu Santo desea llenar de continuo a cada creyente con poder para llevar testimonio del Evangelio e impartir sus dones para la edificación del Cuerpo y del trabajo del ministerio en el mundo. Todos los dones del Espíritu Santo en uso en el primer siglo de la iglesia, están disponibles para ser practicados en una forma ordenada. Esto incluye aquellos dones que son considerados milagrosos tanto como aquellos vistos como más mundanos, pues ambos son obras del Espíritu. Una iglesia sana ejercitando los dones dentro del cuerpo unificado, es esencial para realizar la misión de la iglesia hoy día: hacer discípulos.

LA IGLESIA

Dios, por su Palabra y Espíritu, crea la Iglesia, la cual llama a los pecadores de toda la raza humana a tener comunión con el Cuerpo de Cristo. Por medio de la misma Palabra y del Espíritu, Él guía y preserva esta humanidad nuevamente redimida. La Iglesia no es una institución o denominación religiosa, más bien está formada por aquellos que se han convertido y son seguidores genuinos de Jesucristo y se han comprometido personalmente con Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. También existe para servirle a Él haciendo fielmente su voluntad en la Tierra, lo cual requiere del compromiso de ver el Evangelio predicado y las iglesias llevándole gloria al Señor al hacer discípulos. A través de las conversiones de nuevos creyentes, se añaden a las iglesias locales nuevos devotos para enseñanza, compañerismo, Santa Cena y oración.

LA CONSUMACIÓN

La consumación de todas las cosas incluye el futuro, físico, visible, personal y glorioso del segundo advenimiento de Jesucristo, la resurrección de los muertos, el traslado de aquellos vivos en Cristo, el juicio de los justos e injustos, una recompensa o reprimenda de aquellos juzgados y la renovación del nuevo cielo y de la nueva tierra. En la consumación, Satanás y su legión, todos aquellos que están separados de Cristo, son finalmente separados de la benevolente presencia de Dios, soportando el castigo eterno, pero los justos en cuerpos gloriosos, vivirán y reinarán con Él por siempre. Luego la expectativa de gloria se llevará a cabo y toda la Tierra proclamará la gloria de Dios, quien hace nuevo todo. (Mateo 25.31-46; Juan 5.28-29; Hechos 24.15)

¿QUIÉNES SOMOS?

OMI es un ministerio dedicado a “hacer discípulos”, enfocado en regiones latinoamericanas que se encuentran desde México hasta Argentina, el Caribe o en cualquier lugar donde los hablantes del español estén haciendo discípulos.

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