Los inerrantistas hipócritas
- Benjamin Sherrill
- 23 may
- 4 Min. de lectura
Uno de los mayores defensores de la fe en el siglo XX contra las corrientes del liberalismo, el marxismo cultural y la tiranía política fue el pastor presbiteriano y teólogo Francis A. Schaeffer. En su gran obra, The Great Evangelical Disaster (El gran desastre evangélico), él escribe: «He dicho que la inerrancia es el punto de inflexión del mundo evangélico. Pero no es solo un tema de debate teológico, es la obediencia a las Escrituras lo que marca la línea divisoria. Es creer y aplicar a nuestras vidas lo que demuestra si realmente creemos en ello».1
¡Qué cita tan poderosa! El punto decisivo en el mundo cristiano ha sido la inerrancia, y en el siglo XXI sigue siéndolo. Muchos dentro del mundo evangélico se burlarán de esta hermosa verdad: la Palabra de Dios no tiene errores, está libre de corrupción; cuando Él decidió hablar, habló con sinceridad, no hay engaño en su boca. Por lo tanto, en cada generación, defender la infalibilidad e inerrancia de la Palabra de Dios es algo que debe afirmarse, enseñarse y defenderse continuamente. La Iglesia nunca debe olvidar que el primer ataque contra Dios Todopoderoso se produjo al poner en duda la veracidad de sus palabras. «¿Ha dicho Dios?», respondió la serpiente mentirosa y astuta a Adán y Eva. La pregunta sigue siendo relevante y la misma serpiente astuta nos la sigue haciendo, disfrazándose de psicólogo, científico, profesor de estudios del Nuevo Testamento, ministro presbiteriano «inclusivo», etcétera.
El ala evangélica de la Iglesia ha estado manifestando esta doctrina esencial durante muchas décadas y; sin embargo, parece que falta algo en su afirmación. Todas las palabras correctas están ahí y todas las declaraciones de fe parecen estar formuladas de manera íntegra. Entonces, ¿qué es ese hedor que todo el mundo parece seguir percibiendo? Como se citó anteriormente, Schaeffer dijo: «Es la obediencia a las Escrituras lo que marca la diferencia. Es creer y aplicar a nuestras vidas lo que demuestra si realmente creemos». ¡Interesante! La obediencia es la prueba de nuestra fe. Si no hay obediencia a la Palabra de Dios, realmente no creemos en la infalibilidad y estamos actuando como hipócritas infalibilistas. Se pueden decir palabras bonitas, pero eso significa tanto como que Biden diga que es un católico romano devoto... es una broma. Si no hay una sumisión total a cada palabra desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22, no creemos en la infalibilidad. Si no hay reverencia por la Palabra de Dios, ¿qué diferencia al evangélico de una pastora lesbiana de la Iglesia Metodista que dedica un servicio entero a adorar a un dios árbol?
Fíjate en las palabras del sacerdote Esdras: «Porque Esdras había puesto su corazón en estudiar la Ley del Señor, en cumplirla y en enseñar sus estatutos y normas en Israel». (Esdras 7:10). Esdras entendía la Gran Comisión, era un hombre enamorado de la Palabra de Dios. La mejor manera en que podía mostrar su amor era poniendo su corazón en estudiar, obedecer y enseñar las Escrituras. Suena familiar, ¿verdad? «... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». (Mateo 28:20a) El Señor ascendido da la orden explícita de discipular a las naciones enseñándoles (doctrina sana) a obedecer (práctica sana) todo lo que Él había mandado.
Hay toda una generación de cristianos que han profesado su fe, han creído en la autoridad de la Biblia y; sin embargo, nada ha cambiado en su vida. ¡Hablan, actúan, piensan y hacen todo como el mundo! Creer en las cosas correctas (aunque es extremadamente importante) no es suficiente. Como dice Santiago: «... Incluso los demonios creen, y tiemblan» (Santiago 2:19). Los discípulos de Jesucristo deben comprometerse a vivir una vida transformadora a través del poder del Espíritu Santo, lo cual significa que debe haber un compromiso para ver el matrimonio entre la sana doctrina y la práctica saludable y esto tiene que manifestarse en múltiples áreas.
Si la Palabra de Dios ata al cristiano, lo hace en todas las áreas de la vida, incluida su vida política. Al abordar la política, el cristiano nunca podría apoyar o promover el aborto. Si la Palabra de Dios es infalible, los cristianos deberían hablarles de manera diferente a sus esposas e hijos. Si la Biblia es autoritativa, ¿por qué los cristianos envían a sus hijos a escuelas públicas para que sean adoctrinados por el secularismo? Si las Sagradas Escrituras determinan nuestra forma de pensar y actuar, ¿cómo puede un cristiano fornicar y «vivir en pareja» antes del matrimonio?
¿De qué sirve afirmar todas las cosas correctas si no se ponen en práctica? ¡Jesús busca discípulos con corazones obedientes! Jesús dijo que el mundo conocería a sus discípulos por sus frutos (Mateo 7:16) y les recordó a las verdaderas ramas que, por estar unidas a Cristo mismo, siempre darán mucho fruto (Juan 15:5). Del mismo modo, el apóstol Juan les recuerda a los creyentes que el amor de Dios se ve en aquellos que obedecen sus mandamientos (1 Juan 5:3). Esta es una acusación aún mayor contra la iglesia evangélica, saber todas las cosas correctas y afirmar todas las doctrinas correctas, pero no vivirlas.
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1 Great evangelical disaster
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